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Chile / Memoria. El líder sindical Héctor «loco» Cuevas Salvador: «tengo la convicción de luchar por los demás. Ese es el motivo de mi vida»

Héctor Cuevas Salvador fue secretario general de la Federación Nacional de la Construcción y presidente del Sindicato de la Construcción de Antofagasta. Además, impulsó la unidad del movimiento sindical durante la dictadura, fue orador en el «Cuapolicanazo», congreso de trabajadores de la construcción en 1975. Participó en la huelga de trabajadores de la empresa Colbún Machicura que duró 82 días, desde los últimos meses del año 1982 y principios de 1983. Fue expulsado de Chile durante la dictadura, el 2 de diciembre de 1982. Luego regresó al país y murió el 11 de octubre de 1985.

El timonel de los trabajadores de la construcción, Héctor Cuevas Salvador, era militante del Partido Comunista y respetado líder sindical. Por su coraje, lo conocían como “El Loco Cuevas”. Había asumido responsabilidades en el gremio a inicios de septiembre de 1973. Una de sus primeras decisiones fue que el local de la entidad continuaría funcionando con sus puertas abiertas. El periodista Luis Alberto Mansilla recordó en la revista “Araucaria de Chile” N° 32 (1985) que “fue el primero que organizó una asamblea pública sindical en el Teatro Caupolicán en 1975”, en la que Cuevas “denunció los campos de concentración, las torturas y cómo centenas fueron detenidos en el carbón, en Tocopilla, en Antofagasta, en los cordones industriales de Santiago”. Lo arrestaron también y estuvo preso hasta finales de 1975 en “Tres Álamos” y “Puchuncaví”.

Agrega que “el primer paro de larga duración (contra la dictadura) lo realizaron en 1982 los obreros de la construcción de Colbún Machicura. Cuevas estuvo a la cabeza de ese movimiento que se prolongó durante meses”.

Inmediatamente después de ese conflicto, y luego de una masiva convocatoria a un acto en la Plaza de Artesanos por parte de la Coordinadora Nacional Sindical (CNS), la dictadura resolvió la expulsión del país de Hector Cuevas y Manuel Bustos, quienes encabezaban esta entidad que se proponía reconstruir la unidad de los trabajadores organizados. Fue en el acto donde hicieron su siniestro estreno los denominados “gurkas”, civiles que se encargaron de golpear brutalmente a los manifestantes y que, más tarde, se acreditaría que eran agentes de la Central Nacional de Informaciones (CNI).

La expulsión fue dispuesta por la dictadura el viernes 3 de diciembre de 1982.

Recuerda Mansilla: “La operación requirió de la violencia y la fuerza de varios ‘roperos’ de la CNI. Cuevas empleó los puños, los pies, las piernas, los dientes para defender su derecho a vivir en el país en que nació. Le llevaron arrastrándolo hasta un avión con destino a Río de Janeiro y lo arrojaron en su interior como un bulto golpeado. Y aún así quiso bajarse, con grilletes en las manos y los pies”.

“En la República Democrática Alemana (RDA) los médicos descubrieron que sus frecuentes dolores internos eran el aviso de un cáncer irremediable”, cuenta Mansilla. Fue en agosto de 1983. “Estuvo triste, furioso, impotente en esos años fuera de Chile. Deambuló por Río de Janeiro, Roma, Sofía, Berlín, Buenos Aires enfermo de muerte. Permaneció meses recluido en hospitales y sanatorios. De pronto lo sacudían unos dolores terribles”.

Una y otra vez el dirigente sindical presentó ante las embajadas chilenas en el extranjero la solicitud para que se lo dejara reingresar: en París, Roma, Berlín y otros lugares. Una y otra vez la petición fue rechazada por la tiranía. Cuando la enfermedad se encontraba muy avanzada, se le otorgó un permiso temporal “por noventa días prorrogables”. Según informó el boletín de la Vicaría de la Solidaridad, Cuevas se encontraba entonces en estado de gravedad en un hospital de Buenos Aires. “La autorización fue dada a conocer al Vicario de la Pastoral Obrera, Monseñor Alfonso Baeza (…) Al enterarse de la autorización, Cuevas ‘lloró mucho’, dijo su mujer Claudina García, aclarando que el estado de salud del dirigente es crítico” (Revista “Solidaridad” Nº 207, 17 de agosto de 1985).

Llegó a Santiago de Chile el martes 27 de agosto de 1985: se notaba afectado por la grave enfermedad que soportaba.

Durante el camino de vuelta al centro de Santiago, fueron detenidas siete personas, las cuales fueron trasladadas a la Primera Comisaría, desde donde fueron llevadas a uno de los cuarteles secretos de la CNI.

–¿Cómo expresa sus ganas de vivir? –le preguntó en una entrevista el boletín de la Vicaría de la Solidaridad (Nº 209, 17 de septiembre de 1985).

–El desarrollo de estas enfermedades tiene que ver con la persona que la contrae. Mucho ayuda la capacidad de decisión de vivir. Las convicciones ideológicas, políticas o religiosas son muy importantes. En el caso mío, tengo la convicción de luchar por los demás. Ese es el motivo de mi vida. Por el trabajador desvalido, que abusan con él, que le pagan injustamente, que lo han despedido por integrarse al sindicato. Ese ha sido mi mundo. No hay cosa más linda que luchar por gente que no es afín políticamente con uno y que es un trabajador que necesita la ayuda de los dirigentes. Eso me hace revivir, me hace ser más humano y sensible, me permite soñar y tener utopías, como la de ver unido al pueblo de Chile.

Héctor Cuevas murió apenas un mes y medio después de su regreso al país, víctima del cáncer pulmonar que lo afectaba.

* Para la realización del este artículo se emplearon varias fuentes. La Marcha de los Trabajadores de la Construcción de Víctor Jara fue la canción preferida de Héctor «loco» Cuevas, de acuerdo a amigos directos.

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