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Contra la opresión laboral, resistencia colectiva y crítica para la transformación

por Ricardo Camus

En un mundo donde la productividad se ha erigido como el pilar de la identidad social, la reflexión crítica sobre las dinámicas laborales se vuelve imprescindible. La transición de una sociedad disciplinaria, como la descrita por Michel Foucault, hacia una sociedad de rendimiento, analizada por Byung-Chul Han, revela un cambio profundo en la forma en que los individuos se relacionan con el trabajo y consigo mismos. Este artículo explora cómo estas estructuras de poder moldean a los trabajadores, fomentando la precarización y la autoexplotación, y aboga por el pensamiento crítico como herramienta de resistencia y transformación.

De la disciplina al rendimiento

En Vigilar y castigar, Michel Foucault describe una sociedad disciplinaria donde la vigilancia panóptica y los mecanismos correctivos configuraban a los sujetos. Este modelo, basado en el control externo, ha dado paso a una sociedad de rendimiento donde la presión por producir no proviene de una autoridad visible, sino de una internalización de las exigencias productivas. Foucault, a través de los conceptos de subjetivación y agencia, nos recuerda que los individuos no son meros productos del poder: tienen la capacidad de resistir y redefinir su relación con las estructuras opresivas. En este sentido, el pensamiento crítico permite a los trabajadores cuestionar las dinámicas de control y proponer formas de organización colectiva que prioricen su bienestar.

Sin embargo, el sujeto contemporáneo, inmerso en una cultura de obediencia acrítica, parece haber perdido esta capacidad reflexiva. Frases motivacionales como “¡Vamos, que se puede!” se convierten en mandatos que refuerzan la sumisión a un sistema que glorifica el esfuerzo sin límites. Este cambio de paradigma ha transformado al trabajador en un engranaje de una maquinaria que premia la productividad a costa de su salud mental y física.

La sociedad del cansancio

Byung-Chul Han, en La sociedad del cansancio, ofrece una perspectiva complementaria al analizar cómo la sociedad contemporánea ha evolucionado hacia un modelo de auto explotación. En este nuevo orden, los individuos no son oprimidos por fuerzas externas, sino que se convierten en sus propios verdugos al someterse voluntariamente a una presión constante por ser productivos. Han argumenta que la hiperpositividad y la obsesión por el rendimiento eliminan la otredad, reduciendo la vida a una carrera sin fin hacia metas inalcanzables. El resultado es una epidemia de agotamiento, depresión y síndrome de desgaste ocupacional, síntomas de una sociedad que ha convertido la productividad en una medida de valor humano.

Desde una perspectiva crítica, la obra de Han nos invita a cuestionar el modelo neoliberal que sustenta esta auto explotación. La glorificación del “hacer más” no solo aliena a los individuos, sino que perpetúa desigualdades estructurales al normalizar la precarización laboral. El pensamiento crítico se presenta como una herramienta esencial para desmantelar estos mecanismos, fomentando una reevaluación de los valores que rigen nuestras vidas y abriendo la puerta a alternativas más humanas y sostenibles.

Hacia una resistencia colectiva.

La convergencia de las ideas de Foucault y Han señala un camino claro: la resistencia comienza con la reflexión. Reconocer las dinámicas de control y auto explotación es el primer paso para transformarlas. Esto implica no solo cuestionar las narrativas dominantes de productividad, sino también construir espacios de acción colectiva donde los trabajadores puedan imaginar y practicar nuevas formas de organización laboral. Desde cooperativas hasta movimientos que prioricen el bienestar, estas iniciativas pueden desafiar el statu quo y devolver al individuo su agencia.

La sociedad del rendimiento, con su promesa de éxito y realización personal, ha revelado su lado oscuro: un sistema que agota y precariza a quienes lo sostienen. Las reflexiones de Foucault y Han nos desafían a mirar más allá de las consignas motivacionales y a recuperar el pensamiento crítico como herramienta de emancipación. En un mundo que exige ser el “trabajador más productivo”, la verdadera revolución radica en redefinir qué significa ser humano, priorizando la dignidad, el equilibrio y la solidaridad sobre la tiranía del rendimiento.

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