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Ola de huelgas sacude a Gran Bretaña, corazón del capitalismo moderno: Similitudes y diferencias con el sindicalismo chileno

Sobre el telón de fondo de una inflación del 10 %, Gran Bretaña ha sido escenario este verano de huelgas masivas en el sector privado. Antes del comienzo inminente de la huelga del personal de correos, que ha votado a favor en un 97 %, hemos pedido a Marc Lenormand, profesor de civilización británica en la Universidad Paul Valéry de Montpellier, que nos explique por qué esta situación es excepcional.

¿Puedes ofrecernos una panorámica de las huelgas en curso en el Reino Unido? ¿A qué sectores afecta? ¿Desde cuándo?

De hecho me parece que hay una doble dinámica. Una comenzó el pasado invierno y se trata de un aumento muy progresivo de la conflictividad social en el sector privado. Es la dinámica que desemboca en el conjunto de huelgas a las que asistimos actualmente en torno a la cuestión salarial. Después de varios años de contención, de erosión de los salarios en el sector público y en el privado, hay empresas en las que las organizaciones sindicales han celebrado consultas entre sus miembros y después convocado huelgas sobre la cuestión salarial.

Paralelamente a esto, me parece que la huelga en el transporte ferroviario, impulsada por el gran sindicato RMT, es específica por dos razones. Es un movimiento, iniciado en primavera, que reclama una revalorización salarial equiparable a la inflación, así como la preservación del nivel de empleo frente a las exigencias patronales de supresión de puestos de trabajo, en particular en las taquillas o a bordo de los trenes, amenazando los puestos de trabajo de los revisores y revisoras.

También es una huelga contra la automatización, la racionalización del sector, que tiene la particularidad de haber sido politizada fuertemente por la acción del gobierno conservador, que ha desarrollado la retórica antisindical y contraria a las huelgas que le caracteriza. Y que ha llegado incluso a apoyar financieramente a las empresas del sector ferroviario, privatizado en la década de 1990, para que no sufran ningún costo financiero y resistan frente al sindicato ferroviario. Es una politización que se puede interpretar de diversas maneras.

Por un lado, la voluntad de imponer ese programa de modernización/racionalización/automatización del sector ferroviario. Por otro, la voluntad de quebrar o debilitar el sindicato ferroviario que desde hace 20 años es el sindicato más combativo del Reino Unido y ha protagonizado huelgas victoriosas en el sector del transporte en Londres y en diversas empresas del ferrocarril.

En algunos casos se abren perspectivas de resolución, incluso en beneficio de las trabajadoras y trabajadores. Esto ya se ha visto en el caso de una huelga muy dura de 30 días de duración en la empresa privada que gestiona los autobuses en la aglomeración de Leeds ‒una de las grandes ciudades industriales del norte de Inglaterra‒, donde se ha conseguido un aumento salarial del 11 %. Existen posibilidades de lograr aumentos salariales en las demás huelgas en curso, particularmente en los puertos. Y se preparan huelgas en correos y probablemente pronto en los servicios públicos.

¿Cómo son las huelgas en Gran Bretaña?

La huelga es una acción colectiva y el derecho laboral prevé que para poder declarar una huelga es preciso que una organización sindical consulte al conjunto de sus bases por vía postal o electrónica. Es necesario que participe por lo menos la mitad de los miembros y que al menos la mitad de estos voten a favor de la huelga. En los sectores clave de la economía, como el transporte o la sanidad, el umbral para pasar a la acción es todavía más elevado, ya que hace falta que el 40 % del conjunto del personal vote a favor de la huelga.

Esto puede explicar el hecho de que raramente se vaya a la huelga, porque no se puede ir de manera espontánea. Así, la huelga se prepara con tiempo por parte de las organizaciones sindicales, que llevan a cabo una enorme labor de movilización, de información y de persuasión, que por cierto no siempre da sus frutos. Pero una vez se declara la huelga, se realiza de manera seria. Por lo demás, existe la obligación de presentar un preaviso. Así, si se dice que se hará una huelga de un día, se hará durante una única jornada. Después de presentará otro preaviso para poder hacer huelga más adelante, tras una ronda de negociación.

Por tanto, no es posible anunciar la huelga para un día y acto seguido votar a favor de volver a convocarla para el día siguiente. De lo contrario, se incumple el derecho laboral británico y se corre el riesgo de despido por violación del contrato de trabajo. A su vez, el sindicato, si apoya esta acción, se expone a ser enjuiciado por la vía penal. Esto explica el hecho de que con respecto a los trabajadores del puerto de Felixstowe, el sindicato Unite haya anunciado de entrada ocho días de huelga. El ritmo, por tanto, viene marcado de antemano, lo que explica que haya huelgas que se anuncian mucho tiempo antes y se llevan a cabo con arreglo a lo previsto.

Hagamos la ronda de los sectores que están actualmente en huelga y de los que van a sumarse próximamente.

Desde la primavera ha habido huelgas en diversas empresas privadas. En ocasiones, los preavisos de huelga han dado pie a aumentos salariales que han sido aceptados, como en la aviación, y por eso en estos casos no ha habido huelgas. El argumentario sindical reclama una redistribución más justa de los beneficios a favor de las trabajadoras y trabajadores en forma de aumentos salariales. Son argumentarios elaborados sobre la base de la necesidad o de lo que podrían conceder las direcciones de las empresas a su personal.

En el sector del transporte urbano en autobús, privatizado en la década de 1980, ha habido huelgas de larga duración, como en Leeds, y en parte también en otras ciudades. La huelga más visible ha sido la del transporte ferroviario, con paros a finales de junio, una jornada a finales de julio y varias a mediados de agosto, y probablemente una jornada más en septiembre. En relación con esas jornadas de huelga, y al tratarse del mismo sindicato, hubo una jornada de huelga en la compañía de transportes de Londres (autobús y metro).

Recientemente se ha iniciado una movilización en Felixstowe, el puerto de contenedores más grande del Reino Unido. La semana pasada, los estibadores de Liverpool, otro gran puerto de contenedores, votaron a favor de la huelga, que tendría que llevarse a cabo entre finales de agosto y comienzos de septiembre (es el sindicato el que ha de fijar las fechas). Cabe imaginar que esto dependerá un poco de la evolución de la situación en Felixstowe.

Por lo demás están realizándose consultas entre el personal del sector público: el sindicato GMB, en el sector de las colectividades locales, acaba de lanzar la consulta entre sus 100.000 afiliados y afiliadas. El sindicato del personal del sector de la investigación científica (UCU), que es el principal sindicato en las universidades, acaba de hacer lo mismo. Finalmente, los principales sindicatos de la educación y de la sanidad piden a sus miembros que se preparen para una consulta telemática sobre un preaviso de huelga.

Tal vez estamos en el comienzo o en medio de un movimiento que todavía puede extenderse mucho, ahora al sector público. Este va relativamente a la zaga del sector privado, ya que el sector público ha sido el más visible y el que más huelgas ha protagonizado en los últimos 15 años, en particular con huelgas importantes contra las políticas de austeridad. Sin embargo, estas políticas han comportado la supresión de puestos de trabajo y una austeridad salarial que ha empobrecido en gran medida a la clase trabajadora. Los sindicatos se han visto por tanto debilitados por dichas políticas de austeridad, si bien siguen siendo fuertes porque hoy una mayoría de la militancia sindical se halla en el sector público. Este años, las propuestas salariales de las empresas del sector público son del 1 %, 2 %, 3 %…, cuando se prevé una inflación del 10 %.

En efecto, hay un factor de arrastre que parte del sector privado, en particular del ferroviario y del postal, susceptible de arrastrar al sector público. La particularidad, de todos modos, es que la avanzadilla son el ferrocarril y correos, sectores que habían sido públicos. Privatizados en la década de 1990 en el caso del ferrocarril y en la década de 2010 en el de correos, pero con una historia de actividad sindical muy potente. Por consiguiente, el movimiento refleja las fuerzas históricas, pero debilitadas, del movimiento sindical británico, sin que hoy por hoy se pueda identificar realmente una lógica expansiva del movimiento sindical.

Decías que se trata de una huelga del sector privado, pero que en parte afecta a antiguas compañías públicas. Son también empresas muy grandes. ¿Existe una dinámica común en las medianas o pequeñas empresas?

Si existe una dinámica en las pequeñas empresas, yo no la he observado desde la distancia en que me hallo. Sin embargo, el grado de sindicación es muy bajo en las pequeñas y medianas empresas, como ocurre en muchos países que han sufrido reestructuraciones neoliberales de la economía. Es un gran reto para los sindicatos llegar a implantarse en las proveedoras de las grandes empresas, pero hoy por hoy, la sindicación se concentra en el sector públicos y en las grandes empresas privadas. No obstante, las negociaciones salariales en el sector privado afectarán a lo que suceda entre sus proveedoras, en las pequeñas y medianas empresas.

Ya que hablas de las proveedoras, ¿se plantea la cuestión de la relación salarial, es decir, entre la condición de asalariado o no, de forma más aguda que en Francia?

Claro que sí, ya que ha habido varias oleadas sucesivas de neoliberalizaciones. Todo comenzó en la década de 1980. Intervienen dos lógicas paralelas y muy fuertes: por un lado, la privatización de las grandes empresas públicas, y por otro, la desindustrialización. Se ha debilitado la mano de obra asalariada industrial, que representaba el bastión histórico ‒como en muchos países‒ del movimiento obrero británico y del sindicalismo. Desde entonces ha habido un vuelco en el sector industrial con la desaparición de grandes grupos industriales y la proliferación de pequeñas empresas artesanales, que no conocían y siguen sin conocer ningún tipo de sindicación.

La segunda etapa fue el desarrollo, a partir de la década de 2010, de lo que se llama Zero Hour Contracts, los contratos de 0 horas, con los que se establece efectivamente una relación contractual con una empresa, pero de hecho no se prevé ningún tiempo de trabajo. Así que puedes trabajar una hora, 35 horas o 70 horas. Estás a la merced de las necesidades declaradas por la empresa. De este modo, la mano de obra asalariada, es decir, las personas que tienen un contrato de trabajo que prevé cierto número de horas, una remuneración y derecho a vacaciones, pasa a ser un perímetro reducido. Hoy, el sindicalismo, a pesar de sus esfuerzos por sindicar a la mano de obra precarizada en otros sectores, se ha reducido al perímetro del sector público y de las grandes empresas privadas, que mantienen las relaciones salariales, en las que las personas tienen un contrato de trabajo y en las que los sindicatos han logrado mantener su presencia.

Este verano ya se han tomado algunas medidas contra la huelga, como la posibilidad de sustituir a los huelguistas. ¿Puedes decirnos algo más al respecto? ¿Y qué podemos esperar de la sucesión de Boris Johnson?

Ha habido una trayectoria bastante continua desde finales de la década de 1970 y la llegada al poder de los conservadores. Es el desarrollo de un arsenal jurídico que restringe gravemente la posibilidad de emprender acciones colectivas, en particular la huelga. Un arsenal que los laboristas, cuando estuvieron en el poder entre 1997 y 2010, no consideraron oportuno tocar. Por eso, cuando los conservadores volvieron al poder en 2010, se volvieron a endurecer las condiciones para hacer huelga. Por ejemplo, se introdujo una participación mínima del 50 % y un 40 % de votos a favor de la huelga en sectores clave. Y, efectivamente, este verano se ha producido una nueva vuelta de tuerca, al abrirse la posibilidad de contratar trabajadores temporales para sustituir a los huelguistas.

Se trataba de una ley bastante oportunista, ya que pretendía responder a la huelga del sector ferroviario y posibilitar la contratación de trabajadores temporales. Sin embargo, no necesariamente es posible sustituir a los trabajadores ferroviarios por otros temporales. En cambio, es probable que tenga un impacto mucho mayor en la huelga de correos. De hecho, el sindicato postal, el CWU, está llevando a cabo una campaña pública contra la contratación de trabajadores temporales. Intenta presionar a las empresas de trabajo temporal, y también a los particulares, para que rechacen el trabajo temporal, lo que probablemente influirá mucho en esta huelga.

En estos momentos, Liz Truss va muy por delante en las encuestas de opinión entre los miembros del Partido Conservador que van a designar a la persona que sucederá a Boris Johnson como líder del Partido Conservador y como primer ministro, que tiene mayoría en la Cámara de los Comunes. Sin embargo, procede de un ala derecha bastante marginal del Partido Conservador, como Thatcher en su momento, y hace una campaña de extrema derecha con nuevas restricciones. Aunque uno se pregunta qué más se puede hacer para restringir aún más la capacidad de acción de los huelguistas.

Sin embargo, el gobierno aún puede exigir una mayor participación, ampliar el plazo de preaviso o restringir la duración de la huelga. O incluso promulgar una ley de servicios mínimos de la que tanto se habla, y que de momento no existe. Hoy en día, en el sector ferroviario, los trenes siguen circulando porque un determinado número de personas no está en huelga. Pero su número es muy bajo, porque hay un altísimo índice de adhesión a la huelga en los sectores que la hacen. Entre las amenazas que se esgrimen está la de introducir criterios de servicios mínimos en estos sectores clave.

¿Y cómo reacciona la oposición laborista? ¿Apoya la huelga?

La reacción antisindical y antihuelga del gobierno conservador es clásica. Lo que no es necesariamente sorprendente, pero sí notable, es la timidez de los dirigentes del Partido Laborista. Profesan un distanciamiento muy deliberado con respecto a estos conflictos. Hubo tensiones muy fuertes entre algunos de los diputados y la actual dirección del partido, porque esta había prohibido la presencia de los diputados en los piquetes durante la primera huelga del ferrocarril en junio.

La situación se ha relajado, pero un diputado de alto nivel fue despojado de su cartera en la dirección del grupo parlamentario del Partido Laborista por hablar en apoyo de las demandas de los trabajadores ferroviarios en huelga en julio. Desde que Jeremy Corbyn fue sustituido por Keir Stamer a principios de 2020, la dirección del Partido Laborista ha dado un volantazo muy parecido a como lo hizo Tony Blair en la década de 1990. A saber: distanciarse de los sindicatos y de la huelga.

(Entrevista realizada por Stephané Ortega, y publicada y traducida por Viento Sur este 6 de septiembre de 2022. La edición de la entrevista fue hecha por el equipo de comunicaciones de la Federación de Trabajadores de la CCU de Chile)

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