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Chile. Madres trabajadoras: el doble discurso del empresariado

La Revista Latinoamericana Polis, en su volumen 12, sobre la base de entrevistas, realizó la investigación La maternidad y el trabajo en Chile: Discursos actuales de actores sociales. Las siguientes fueron las conclusiones preliminares del estudio.

A continuación se presentan los resultados del análisis realizado a las entrevistas referidos al modo como los/as entrevistados/as concebían y describían la actual relación entre trabajo y maternidad, sus creencias y opiniones al respecto, y los problemas y tensiones que se derivaban dedicha relación.

De acuerdo con estos objetivos, y siguiendo los procedimientos señalados por el análisis de contenido de tipo cualitativo, se distinguieron diversas categorías que junto con considerar dichos objetivos tuvieron en cuenta nuevos contenidos que fueron surgiendo del relato de los entrevistados. Diversas lecturas permitieron precisar de mejor modo dichas categorías y establecer relaciones entre ellas. De acuerdo con este análisis se distinguieron dos grandes categorías en relación a la descripción de la relación entre maternidad y trabajo que se relacionan estrechamente entre sí, y en torno a las cuales fue posible agrupar una serie de otras categorías queemergieron del análisis (Tabla 1).

Tabla 1.
Categorías

Definición de la relación entre maternidad y trabajo

Respecto de la concepción de los entrevistados de la relación entre maternidad y trabajo, hay dos categorías.

En primer lugar –y corroborando lo que arroja el análisis de la legislación laboral sobre el tema (Casas & Valenzuela)– la idea de que las normas de protección a la maternidad en el trabajo afectan negativamente la empleabilidad de las mujeres. Con independencia del grado de acuerdo que los actores consultados tengan respecto de estas normas, ellos indican que esta normativa puede desincentivar o dificultar la contratación de mujeres, encarecerla, determinar malas condiciones de trabajo y ser motivo de discriminación en los lugares de trabajo.

Actores más cercanos a sectores empresariales y políticamente conservadores (algunos entrevistados de Organizaciones Sociales y de la Sociedad Civil), consideran que la legislación de resguardo a la maternidad en el trabajo es excesiva lo que encarece la contratación femenina. Respecto de los costos asociados a dicha contratación, se mencionan como costos directos los asociados a la mantención de salas cunas y eventuales reemplazos. En tanto entre los costos indirectos se indica el fuero maternal -porque restringe la libertad de los empleadores para administrar sus recursos humanos-, y las licencias por enfermedades de hijos menores de un año -pues introducen una fuerte incertidumbre en el manejo de los recursos humanosy pueden desorganizar los procesos de trabajo obligando a hacer ajustes yreorganización de funciones sin previsibilidad. En definitiva, como lo afirma un parlamentario entrevistado, se trata de situaciones que alteran «elflujo natural del capital» (Parlamentario socialista).

Pero además de «encarecer» la contratación de mujeres, una idea muy recurrente es que la condición real o potencial de madres de las trabajadoras constituye uno de los factores más importantes en la determinación de malas condiciones de trabajo para ellas: menores salarios, menores posibilidades de promoción, malos tratos en el trabajo y mayor informalidad, condición esta última que se asocia con una precaria situación en materia previsional para las trabajadoras, y en limitaciones para acceder a las políticas de resguardo a la maternidad en el trabajo.

La segunda categoría es que la relación entre maternidad y trabajo, en un contexto laboral como el actual, es una relación compleja. Ello porque la organización de las jornadas de trabajo, la intensificacióndel trabajo, los niveles salariales, la disponibilidad que se demanda a los trabajadores, etc., dificulta seriamente las posibilidades de articular familia y trabajo, convirtiendo dicha tarea en una cuestión difícil y desgastante, especialmente para aquellas personas que junto con el trabajo productivo tienen en sus manos el trabajo doméstico y de cuidado; personas que como sabemos siguen siendo predominantemente mujeres.

Ello trae consigo una serie de consecuencias negativas para las trabajadoras pues el esfuerzo cotidiano por lograr articular sus responsabilidades laborales y familiares se traduce en desgaste y cansancio permanente, y en una vivencia muy tensa de sus roles de madres y trabajadoras. Como señalan varios especialistas, parlamentarios y personas de organizaciones de la sociedad civil, algo que caracteriza la experiencia de la maternidad de mujeres trabajadoras (además del cansancio y desgaste) es la culpa. Algunas especialistas afirman que «las mujeres se sienten trabajadoras culpables, como que ellas están poniendo un peso en el lugar de trabajo através de la maternidad»; «se sienten culpables de hacer valer las licencias de maternidad»; y al mismo tiempo, se sienten «madres culpables» por dejar a sus hijos por el trabajo (Especialista).

Es interesante mencionar lo que afirma un parlamentario entrevistado respecto que los problemas que ponen de manifiesto las madres trabajadoras, las dificultades para articular trabajo y familia, así como las malas condiciones laborales que enfrentan, son vistas como una expresión de «condiciones objetivas vinculadas a las mujeres, y no como un mercado laboral que les es hostil» (Parlamentario Socialista). Es decir, no se trataría de una organización del mercado de trabajo problemática, sino de personas problemáticas, en este caso mujeres que son madres o que eventualmente pueden llegar a serlo.

Esta forma de concebir la relación entre maternidad y trabajo refleja una serie de concepciones de género respecto de los espacios sociales y roles propios de hombres y mujeres, que en gran medida siguen sustentadasy se expresan en una distribución sexual del trabajo reproductivo (femenino). Ello explica en medida importante las tensiones y problemas que genera la actual relación entre maternidad y trabajo, los que se discuten a continuación.

Tensiones y problemas que derivan de la relación maternidad, trabajo y salud

En una dimensión económica, la contratación de mujeres resulta más costosa y es desincentivada por la legislación de protección a la maternidad cuestión que entra en tensión con discursos pro crecimiento económico y aumento de la productividad, en el marco de los cuales el fomento al empleo femenino ocupa un lugar importante. ¿Cómo se incentiva el ingreso de las mujeres al mercado de trabajo -reconociendo que se trata de trabajadoras cada vez más calificadas, que presentan capacidades especialmente adecuadas para desempeñar ciertos trabajos-, con una legislación de protección a la maternidad que obliga a los empleadores a asumir el costo de las salas cunas o que limita la libertad para disponer de este recurso en determinados periodos de tiempo (fuero maternal)?

Las tensiones en el plano económico adquieren gran relevancia pues en el discurso de actores entrevistados se advierte un claro predominio de una racionalidad económica en todo el debate sobre la legislación de protección a la maternidad en el trabajo. Se puede advertir con claridad cómo el lenguaje económico permea el discurso de muchos actores provenientesde distintos sectores profesionales, empresariales, sociales o políticos. Así, para referirse a la relación tensionada entre maternidad y trabajo, para definir qué medidas deben ser implementadas o cuales modificadas, se alude frecuentemente a análisis del tipo costo-beneficio.

Esta notoria gravitación de la racionalidad económica al momentode debatir respecto de la protección de la maternidad es fuertemente criticada por un parlamentario entrevistado, médico de profesión. Él afirma que diversos criterios para discutir los derechos de los trabajadores, y más específicamente los criterios médicos en relación a la protección a la maternidad, terminan siendo subordinados a los intereses del mercado. Lo que predomina es un criterio empresarial que permea a distintos actores sociales, y al cual debe supeditarse incluso la mayor evidencia científica con la que se cuenta hoy en relación, por ejemplo, a los beneficios de lactancia materna o el apego en la salud futura de niños y niñas.

Es decir, así como a comienzos y mediados del siglo pasado en lainstalación de los derechos de protección a la maternidad primó el criterio médico -siendo determinante la influencia que ejercieron las bancadas médicas en la discusión parlamentaria- hoy dicho criterio es desplazado por el predominio del criterio económico. Criterio que no es de uso exclusivo de los economistas o empresarios sino que se instala en el lenguaje cotidiano de diversos actores sociales relevantes. El predominio de este lenguaje parece ilustrar el poder de una racionalidad económica por sobre otras lógicas y criterios, en la descripción o concepción de los problemas públicos, y por lo tanto, en la definición de políticas para abordar dichos problemas.

En una dimensión de acceso y ejercicio de derechos, se advierten varias tensiones. Una tensión entre los beneficios de contar con leyes de protección a la maternidad en el trabajo como un derecho conquistado, y los efectos discriminatorios para las mujeres trabajadoras que se le atribuyen a dicha legislación (malas condiciones de trabajo, limitaciones para la incorporación de mujeres en ciertos sectores y ocupaciones, entre otras).

Otra tensión se produce entre contar con esta legislación y el hecho que ella sea un factor que genere desigualdades entre las mujeres trabajadoras en la medida que el acceso a la protección a la maternidad o a las licencias por hijos menores de un año, está condicionado al tipo de contrato laboral de las trabajadoras, a su condición de formalidad o informalidad.

Otra tensión se genera entre el incentivo al empleo femenino concebido como un derecho, como expresión de una mayor equidad social y de género (y no sólo como un factor de desarrollo económico), versus un mercado laboral que sigue discriminando a las mujeres por razones de género. Ello configura en las mujeres una experiencia del trabajo productivo muy ambigua, pues al mismo tiempo que dicho trabajo puede ofrecer importantes oportunidades de desarrollo personal y profesional, y de aumentar sus niveles de autonomía personal y económica, constituye un espacio que las discrimina por el hecho de ser mujeres, y muy especialmente, por su condición real o potencial de madres.

Desde una dimensión demográfica, se produce una tensión entre fomentar el ingreso de las mujeres al mercado de trabajo y aumentar las tasas de natalidad. Es como si la inserción laboral de las mujeres, el éxito profesional y laboral, se viviera en la práctica como un desincentivo a la maternidad. Un entrevistado perteneciente a la sociedad civil, explica que la relación entre maternidad y trabajo se asemeja a «un juego, digámoslo así, de suma cero entre ambos fenómenos, o sea, conforme se estimula más el ingreso de las mujeres al mundo del trabajo, disminuye la propensión de las mujeres a la maternidad, o por lo menos aumenta la decisión de postergar la maternidad» (Líder de opinión y académico). Ello explicaría -además de la reducción del número de hijos- fenómenos como el aplazamiento de la maternidad a edades en las cuales las mujeres tienen carreras laborales más consolidadas.

En relación al papel del Estado y de las políticas públicas en estas materias, se plantean varias tensiones y problemas. Los beneficios de contar con una legislación que protege la maternidad en el trabajo suscitan tensiones en torno a los sistemas de financiamiento de esta normativa: debe ser asumido sólo por el Estado o en él debe concurrir también el sector privado.

Por otra parte, dado el carácter presidencialista de nuestra institucionalidad legislativa (el Ejecutivo propone proyectos de ley al Legislativo), los gobiernos se ven enfrentados a una tensión importante entre proponer políticas del corto plazo que sean capaces de realizarse en consideración de los ciclos políticos electorales (lógica de resultados en el cortoplazo) o bien diseñar y proponer una política pública de más largo aliento bajo el concepto de una política de Estado que excede su permanencia en elpoder (lógica de resultados en el largo plazo). Así, lo que determina elestablecimiento de la agenda político-legislativa de un gobierno, más que un proyecto de sociedad o idea de país, son los ciclos político-electorales y las posibles ganancias asociadas a la determinación de una política pública.

El Estado tiene la cautela de ciertos bienes públicos y esta es otra cuestión problemática al momento de pensar en las políticas públicas de protección a la maternidad. ¿Cuál es el bien que se busca proteger a través de la normativa: acaso son los derechos de la infancia, de los niños/as, o son los derechos de las mujeres en tanto ciudadanas, en tanto trabajadoras? Algunos especialistas y actores pertenecientes a organizaciones de la sociedad civil, critican el hecho que gran parte de la legislación de proteccióna la maternidad en el trabajo tenga por propósito, como ha sucedido en décadas pasadas, la protección de los derechos de los niños/as y no los de las mujeres en tanto trabajadoras y ciudadanas.

Atendiendo a ello, se plantea la necesidad de balancear los derechos e intereses de todas las partes involucradas, mujeres y niños, y no tratarlos como cuestiones antagónicas: o se fomenta la contratación de mujeres o se fomenta la lactancia materna exclusiva como condición para el desarrollo adecuado de los niños/as. Ello porque se reconocen las estrechas vinculaciones que existen entre el bienestar de ambos, lo que hace necesario conjugar los intereses de niños/as y madres. Al respecto una especialista entrevistada afirma que el desarrollo de los niños debe armonizarse con los intereses de las madres: «si tenemos a una madre que no tiene sus derechos como trabajadora bien resueltos, vamos a tener un niño mal cuidado, maltratado» (Entrevista a Especialista, médico).

En una dimensión sociocultural, en el plano de las creencias y mandatos respecto de los campos sociales que constituyen las esferas principales de integración social de los hombres y las mujeres, y de los roles asignados a cada uno de ellos, se advierte que una serie de cambios ocurridos anivel laboral, económico, educacional, cultural y familiar, ponen en tensión dichas creencias y mandatos de género. Es decir, se trata de un determinado orden de género que se ha visto fuertemente cuestionado por esta serie de cambios, entre los cuales uno de los más relevantes ha sido el aumento de la participación laboral femenina y la positiva valoración social que existe en la actualidad de dicha participación. Algunas expresiones de este orden tensionado serían las siguientes.

La mantención de la maternidad como un referente identitario femenino central, lo que contrasta con la diversificación de referentes de género, especialmente en el caso de las mujeres, entre los cuales el trabajo remunerado adquiere una notoria importancia. En efecto, y como se ha señalado, existe una positiva valoración del trabajo remunerado de las mujeres en tanto medio que permite una mayor autonomía económica y personal de las mujeres, y les ofrece posibilidades de realización personal y desarrollo laboral y profesional.

En las opiniones expresadas por los entrevistados es posible advertir estos contrastes. Así, hay entrevistados que valoran muy positivamente la inserción laboral de las mujeres como factor de autonomía y desarrollo, y que critican el predominio del resguardo de los derechos de los niños/as por sobre los de las mujeres en la legislación de protección a la maternidad en el trabajo. Otros actores entrevistados, junto con tener una positiva opinión de la inserción laboral de las mujeres por su contribución al desarrollo económico, conciben su trabajo remunerado como secundario, complemento o apoyo al ingreso principal del hombre, y mantienen una idea de que el trabajo doméstico y de cuidado es una responsabilidad de las mujeres.

Otra expresión de este orden de género cuestionado es el «doble discurso» que se produciría entre una valoración social y cultural de la maternidad, y al mismo tiempo la falta de condiciones materiales, laborales, dificultades para acceder a servicios de salud, para que madres trabajadoras puedan vivir adecuadamente su maternidad.

Se trataría de un reconocimiento de la importancia social de la maternidad, especialmente en un contexto de reducción de las tasas de natalidad, pero en la práctica no asumir socialmente todo lo que ello implica, dejando en manos de las mujeres las responsabilidades y los importantes costos asociados. Por ejemplo, en el ámbito del trabajo los costos del cuidado infantil (salas cunas) se cargan a ellas, lo que como afirman algunos entrevistados genera desincentivos o trabas a la contratación de mujeres y determina condiciones de trabajo menos favorables para ellas.

«(…) son los mismos sectores (de empresarios que ven la contratación de mujeres como un problema) los que, a su vez, por otro lado, podrían hacer hermosas declaraciones sobre la importancia de la familia, la maternidad, entre otras cosas. En resumen, yo creo que este doble discurso social sobre la maternidad y muy manejado desde la emoción, se estrella con la realidad que uno vive, que uno ve, que uno escucha de las mujeres que tienen que buscar esas atenciones» (Especialista entrevistado, médico).

En el ámbito del acceso a la salud, este discurso que ensalza la maternidad se ‘estrella’ con el encarecimiento de los planes de salud para mujeres en edad fértil porque como lo afirma el mismo médico entrevistado, se concibe el embarazo como un siniestro: «en la lógica de los seguros, es decir, el embarazo es un siniestro, y si usted quiere tener hijos, usted los paga, sola» (Especialista entrevistado, médico).

En definitiva lo que este doble discurso expresa es una valoración de la maternidad pero la ausencia de condiciones materiales concretas -en términos de organización del mercado de trabajo, de redistribución de tareas reproductivas (cuidado y domésticas) entre hombres y mujeres al interior de las familias, de organización de sistemas de cuidado, de acceso a sistemas de salud–, que asuman en los hechos la reproducción como un asunto que atañe a toda la sociedad, y no como un asunto de las mujeres. En la práctica se sigue actuando, más allá de ciertos discursos que plantean que la maternidad y el cuidado de los hijos debe ser asumido como un asunto de la sociedad que involucra a diversos actores, como si se tratara de una cuestión de las mujeres que enfrentan fundamentalmente con estrategias individuales o familiares.

Reflexiones Finales

A partir del análisis de los discursos de los actores sociales entrevistados, presentamos algunas reflexiones finales.

Respecto de la importancia de la idea de los efectos negativos de la legislación de protección a la maternidad en el trabajo, en la empleabilidad de las mujeres, nos parece importante puntualizar que la maternidad real o potencial de las trabajadoras mujeres, junto con constituirse en una barrera de entrada al mercado de trabajo -como se desprende de lo señalado por algunos actores consultados- es un factor importante en la determinación de malas condiciones de trabajo para las mujeres. Es decir, más que impedir el ingreso de mujeres, incide en que este ingreso se haga en malas condiciones: menores salarios, menores posibilidades de promoción, malos tratos y mayor informalidad.

Ello no significa negar que la maternidad en determinadas ocupaciones y sectores productivos, sí pueda tener el efecto de barrera de entrada para las mujeres. Lo que hace que en ciertas circunstancias la maternidad real o potencial de las mujeres sea utilizada o no como un argumento para decidir la contratación de mujeres, es el carácter de género –masculino o femenino- atribuido a determinadas ocupaciones. Como se puede apreciar en el mercado laboral actual (ocupaciones feminizadas; ocupaciones masculinizadas), como lo han indicado anteriores estudios y como lo ratifican algunas de las trabajadoras madres que fueron consultadas en el marco de este mismo estudio, el carácter femenino atribuido a una ocupación puede pesar mucho más que la condición real o potencial de madres de las trabajadoras, a la hora de decidir a quién contratar. Por lo tanto, los efectos apocalípticos que se le atribuyen a la legislación de protección a la maternidad sobre el ingreso de mujeres al mercado de trabajo, no necesariamente se concretan en importantes sectores económicos en que se ocupan mayoritariamente mujeres (servicios sociales y comunales; servicios educacionales y de salud, retail, entre otros). Se trata de un argumento –uno de los principales en contra de la legislación de protección a la maternidad en el trabajo y de las modificaciones actuales introducidas a la duración delpostnatal-, que adolece de evidencia empírica que lo sustente y pareciera ser un argumento de índole más bien ideológica a favor del mercado y de los intereses empresariales.

Otra cuestión que interesa resaltar es la gravitación que sigue teniendo el argumento de que la contratación de mujeres es más cara, que sus costos laborales serían más altos, producto de la legislación de protección a la maternidad. Argumento que llama la atención pues existe escasa evidencia que avale esta afirmación. Como lo señalan Abramo y Todaro (2006), en América Latina existe escasa información sobre el tema desagregado por sexo en relación a los diversos factores que podrían incidir en los costos laborales, o no se encuentra disponible de manera regular. Y junto con ello, los estudios que se han realizado sobre el tema concluyen que los costos laborales de las mujeres o son inferiores a los de los hombres o las diferencias son mínimas.

Aunque la relevancia de este tipo de argumentos se puede entender en un contexto como el actual en el que, como se señaló, la racionalidad económica es predominante al momento de argumentar y discutir las normas de protección a la maternidad en el trabajo (y se podría señalar, de normas de protección de los derechos de los trabajadores en un sentido más general); por lo mismo sorprende la escasez de estudios que avalen más empíricamente este tipo de afirmaciones.

Por último, quisiéramos señalar que la falta de condiciones materiales mínimas que enfrentan muchas trabajadoras para asumir su maternidad, el doble discurso del que hablábamos, debe ser considerado para entender ciertos planteamientos que afirman que hoy las mujeres tendrían mayores opciones para desarrollar una carrera laboral y ser madres; planteamientos desde los cuales se asume que la menor cantidad de hijos o el aplazamientode los embarazos obedecerían sólo a una «opción» de las mujeres.

Sin dejar de reconocer y valorar (por cierto) que efectivamente hoy una serie de cambios han contribuido a ampliar las posibilidades de inserción laboral de las mujeres, y a cuestionar que la maternidad sea el destino irrenunciable de ellas, las discriminaciones que siguen afectando a las mujeres en el mercado de trabajo relacionadas con su condición de madres, las dificultades que la organización del mercado de trabajo ofrece para articular las responsabilidades laborales con la vida familiar, los mayores costosde los planes de salud de las mujeres, son condiciones materiales que restringen seriamente la capacidad de opción de las mujeres.

En este sentido, deberíamos pensar en qué medida el aplazamiento de la maternidad o la reducción del número de hijos expresa no solo cambios culturales importantes y valorados, sino también esta falta de condiciones materiales en términos de organización del mercado de trabajo, de redistribución de tareas de cuidado y trabajo doméstico entre hombres y mujeres al interior de las familias, de organización de sistemas de cuidado, de acceso a sistemas de salud-, para que las mujeres trabajadoras puedan vivir satisfactoriamente su maternidad.

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