Hace tan sólo unos pocos días, se conoció por los medios masivos de comunicación la brutal historia de una niña boliviana de apenas 8 años de edad, que fue vendida por su propia abuela a una pareja por 350 mil pesos. El drama se reveló en la comuna de Rengo en Chile, donde la menor fue convertida en una víctima de la servidumbre doméstica en condiciones inhumanas.
De acuerdo a la especialista del tema, Catalina Kawas, «aunque este caso conmovió a todo el país, lo cierto es que no es un hecho aislado. Es un reflejo extremo de lo que, en menor escala, sigue ocurriendo a diario: niñas, niños y adolescentes trabajando en casas particulares, bajo excusas tales como ‘está ayudando a la tía’ o ‘la tenemos porque nos da pena'».
Kawas informó que «En Chile, según estimaciones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y estudios locales, hay más de 360.000 niños, niñas y adolescentes realizando trabajo doméstico, en condiciones que muchas veces se escapan de cualquier regulación o supervisión. De hecho, es una de las formas de trabajo infantil más invisibles y normalizadas. ¿Por qué? Porque ocurre puertas adentro, lejos del ojo público. A diferencia de un niño que vende en la calle o trabaja en un taller, en el trabajo doméstico el encubrimiento se justifica con afecto: “nos ayuda”, “vive con nosotros”, “no trabaja, está acompañando” «.
En Chile, según datos e investigaciones internacionales e independientes, se ha identificado que muchas niñas y adolescentes, especialmente migrantes o de sectores rurales, son insertadas en hogares para cuidar niños, cocinar, limpiar, muchas veces sin remuneración ni bajo condiciones mínimas.
Las y los menores trabajan en la informalidad todos los días, pero disfrazada de “confianza”, por ejemplo cuando se advierte a empleadores que llevan meses o años sin contrato, porque dicen creer que “es solo por mientras”; casos donde no se han pagado cotizaciones previsionales por años, o «pagado por el mínimo», afectando directamente la jubilación de la trabajadora; el «acuerdo entre partes» de no formalizar, para no perder los bonos del Estado; personas que creen que porque una menor trabaja para ellas una vez por semana «no necesita regularizarse»; casos donde niñas o adolescentes ayudan a cuidar a otras guaguas o hacen aseo como parte del “trato familiar”.
La esclavitud , sobre todo de niñas y adolescentes, se ejecuta en Chile ahora mismo. No es cuestión del pasado. Es cuestión de miseria humana.
