por Fabiola Valenzuela, responsable de la Secretaría de la Mujer y Diversidad de la Federación Nacional de Trabajadoras y Trabajadores de la CCU, FNT-CCU
Si hablamos de pobreza de tiempo, obviamente las más perjudicadas siempre seremos las mujeres. Muchos estudios avalan esta realidad, aunque no es preciso investigar mucho para darnos cuenta de que es así. Y si le agregamos que tenemos pocos ingresos, se genera un círculo vicioso del que es difícil salir. Probablemente la persona pobre de tiempo tendrá unas responsabilidades propias de las labores no remuneradas que no le permiten acceder a un empleo asalariado o a trabajar las horas suficientes para tener un ingreso relativamente digno.
La pobreza de tiempo está feminizada
Al calcular la pobreza de tiempo, debemos tener en cuenta el trabajo no remunerado, en el que se incluyen las tareas de limpieza, preparar las comidas y cuidar a los hijos, y que todavía en la actualidad recae mayoritariamente sobre las mujeres. Por ello, nuestro deber es luchar por cambiar el sentido común predominante al respecto. Es durísimo producir transformaciones culturales que, resultado de muchos factores y la desigualdad en materia de relaciones de poder entre géneros, se ha normalizado desde tiempos inmemoriales.
Y no sólo podemos responsabilizar de la condición subalterna de la mujer trabajadora al patriarcado, a los gobiernos de turno, a los medios masivos de comunicación, a las políticas públicas, etc. También es perentorio realizarnos una autocrítica personal y social, y como primer paso para la superación del machismo, reconocer que hemos sido las propias mujeres quienes hemos permitido que nos críen y además criamos a nuestros hijos e hijas, reproduciendo las relaciones patriarcales.
De formas abiertas o subliminales, cuando tenemos hijas lo primero que le regalamos es un muñeco bebé para que lo cuide, y después una cocina de juguete para que empiece a hacerse cargo del hogar. No le obsequiamos una pelota de fútbol porque eso es de hombres y mientras ellos juegan, nosotras debemos atender la casa y los niños. Pero la mujer no tiene por qué ley natural convertirse en dueña de casa. Asimismo, ya fuera del hogar, cuando nuestros hijos e hijas van a alguna actividad extraescolar, quien debe acompañarles es la mujer.
Si nos transportamos en el metro podemos viajar dos horas seguidas, y más de alguno puede considerar que durante ese tiempo la mujer descansa. Sin embargo, en ese trayecto vamos coordinando la llegada de nuestros hijos al hogar; hablando con el jefe si tenemos un trabajo remunerado; calculando lo que falta de alimentos, etc. Es decir, que nunca podemos desconectarnos de las labores domésticas. Mi abuela tuvo su trabajo no remunerado y también remunerado, el cual consistía en lavar ropa de algunos vecinos, labor no reconocida socialmente y mal pagada.
¿Qué consecuencias tiene la pobreza de tiempo?
La pobreza de tiempo afecta nuestra salud mental.
Disminuye nuestra participación en el mundo laboral formal.
Afecta nuestra productividad y creatividad en el trabajo.
Impide nuestro crecimiento laboral, profesional y personal.
Aumenta nuestro riesgo de pobreza por ingresos económicos.
Es urgente un cambio cultural. Por cierto que lleva tiempo, pero tenemos que construir estrategias tendientes a lograr la sensibilización del reparto democrático del trabajo doméstico, así como imaginar otras formas de organizar el tiempo con el propósito de conquistar nuestro bienestar cotidiano.
La pobreza de tiempo significa pobreza de vida.