En la tarde del jueves 21 de febrero de 2013, una bala disparada por terceros tronchó la vida de Juan Pablo Jiménez, joven dirigente sindical de una empresa contratista de Chilectra. Desde un comienzo, familiares y compañeros del dirigente sospecharon que su muerte estuvo relacionada con su actividad sindical.
El asesinato de Juan Pablo permitió enterarse de su esforzada lucha sindical y del extenso prontuario de abusos cometidos por la empresa donde prestaba servicios. La demanda de verdad y castigo para su asesinato va acompañada con la exigencia que el Estado garantice los derechos de los trabajadores y reforme una legislación laboral que favorece estos abusos e impide en los hechos el pleno ejercicio del derecho a sindicalizarse, a negociar colectivamente y a la huelga. El débito en estas materias es ya intolerable.
Pese a que en su primer bando, la Junta Militar que tomó el mando tras el golpe de Estado de 1973, aseguró a los trabajadores que sus conquistas económicas y sociales “no sufrirían modificaciones en lo fundamental”, la Central Única de Trabajadores -CUT-, fue proscrita y numerosos sindicalistas comenzaron a ser detenidos, enviados a campos de concentración, ejecutados, desaparecidos u obligados a abandonar el país rumbo al exilio. De esta forma se inició el desmantelamiento del movimiento sindical, condición fundamental para imponer luego un modelo económico ultraliberal, antisocial, antipopular, antilaboral y subsidiario del gran empresariado.
En Chile los enemigos del Estado fueron el pueblo trabajador y su sufrimiento fue cometido en su mayoría por agentes del Estado. Los empresarios se limitaron a beneficiarse de la represión, aunque algunos colaboraron directamente con ella, ya sea confeccionando listas “negras” o como en el caso del empresario Ricardo Claro, facilitando un barco para el traslado masivo de prisioneros al campo de concentración de Pisagua.
A la violencia directa, se sumó pronto el flagelo de la cesantía y la imposición de una nueva legislación laboral –todavía vigente en lo fundamental-, que facilitó aún más la acción antisindical. Esto debilitó al movimiento de trabajadores, pese a lo cual consiguió recomponer fuerzas parcialmente y convocar a las masivas protestas contra la dictadura de la década de los 80.
En este marco adquiere mayor valor la lucha de Juan Pablo Jiménez . El formaba parte de una nueva generación de dirigentes jóvenes y combativos, surgidos en el sector del subcontrato, el trabajo precario y el retail, que representan el presente del movimiento sindical chileno. De ahí la gravedad de este crimen.
El sábado pasado, en la Plaza Brasil de Santiago, se realizó una actividad de homenaje a Juan Pablo Jiménez. Junto con la intervención de sindicalistas y representaciones artísticas, el hijo mayor de Juan Pablo, Benjamín Jiménez, dio a conocer su fanzine o cómic «Un Padre Presente». El material tremendamente conmovedor contó con la asistencia de su madre y viuda de Juan Pablo, Ximena, y de su hijo menor, Francisco.
Este viernes 21 de febrero, a las 18.30 horas, en la Plaza de Armas de Santiago, la Coordinación por Juan Pablo Jiménez efectuará la marcha habitual por la memoria y resistencia del dirigente mártir.
Por su parte, la Central Clasista de Trabajadoras y Trabajadores invita a un acto de homenaje a Juan Pablo Jiménez en el lugar donde trabajaba y se desempeñaba como dirigente sindical. La convocatoria es el jueves 20 de febrero a las 19:30 en el Parque Víctor Jara, en calle Ana con Isabel Riquelme, cercano al metro estación BíoBío.