El 5 de diciembre de 2013, a los 82 años, fallecía el monseñor Alfonso Baeza, primer vicario de la Pastoral Obrera, defensor permanente de los derechos humanos y de los derechos laborales de trabajadores y trabajadoras.
Durante la dictadura, Alfonso Baeza colaboró directamente con el Comité Pro-Paz y con la Vicaría de la Solidaridad, defendiendo a quienes eran injustamente encarcelados, torturados y secuestrados por la tiranía.
Quienes lo conocieron, señalan que en muchas ocasiones arriesgó su propia vida por salvar a trabajadoras y trabajadores perseguidos. La entonces trabajadora de la Pastoral Obrera, Irene Celis, recuerda especialmente una ocasión en que el padre Alfonso Baeza compró los pasajes y luego fue a dejar hasta el interior de un avión a un dirigente sindical perseguido por la dictadura, para que pudiera salvar su vida.
Alfonso Baeza también fue fundamental en la rearticulación de la organización sindical, proscrita por la dictadura: organizó capacitaciones y escuelas sindicales, que funcionaban clandestinamente bajo su amparo.
En 1977, el Cardenal Silva Henríquez nombra como vicario de la Pastoral Obrera al padre Alfonso Baeza, quien había colaborado en la defensa de los derechos humanos desde los inicios de la dictadura, primero en el Comité Pro-Paz y luego en la Vicaría de la Solidaridad. Además de ser el primer vicario de la Pastoral Obrera de Santiago, comenzando en 1977 y permaneciendo en el cargo hasta el año 2000.
El padre Baeza destacaba por su incansable trabajo en la defensa de los derechos humanos y jugó un rol importantísimo en la protección trabajadores y trabajadoras, así como en la contribución a rearticular el tejido social frente a la dictadura, frente a una clase empresarial que actuaba sin la contraparte en la determinación de las condiciones laborales, y en un contexto de nula existencia de organización sindical.
Así lo explica la entonces trabajadora de la Vicaría de Pastoral Obrera, Irene Celis, quien colaboró de cerca con el vicario Alfonso Baeza: “para contribuir a rearticular la organización sindical era prioritario perder el miedo y, al mismo tiempo, tomar todos los resguardos necesarios de seguridad al participar en reuniones masivas, porque las organizaciones sindicales estuvieron proscritas”.
El Plan Laboral escrito por José Piñera durante la dictadura de Pinochet, cuenta con dos decretos como pilares, el DL 2.756, sobre organización sindical, y el DL 2.758, sobre negociación colectiva. Estos decretos se centran en cuatro aspectos fundamentales que condicionan al movimiento sindical a través de las relaciones laborales: negociación colectiva centrada en la empresa, huelga que no paraliza, libertad sindical y despolitización sindical.
En tales condiciones, frente a la amplia potestad que se les daba a los patrones -encargados de nombrar a los trabajadores que podían ser dirigentes sindicales-, la Pastoral Obrera, a cargo del vicario Alfonso Baeza, abrió un espacio para la unión y reflexión del mundo laboral, que permitió una amplia corriente de resistencia pacífica y que culminó con la reorganización del movimiento sindical, a la cabeza de las protestas sociales.
El entonces vicario Alfonso Baeza, a cargo de la Pastoral Obrera, contribuyó de muchas maneras a la reorganización del mundo sindical.
Un ejemplo de ello es que, en sus inicios, la Pastoral Obrera funcionó en un edificio de tres pisos ubicado al de la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, entre las estaciones de Metro Unión Latinoamericana y Estación Central. Este edificio fue testigo de la historia de organización y lucha que experimentaron miles de dirigentes, dirigentas, trabajadoras y trabajadores durante la dictadura: lucha en defensa de los derechos humanos y por el retorno de la democracia.
Como explica Irene Celis, “en esos años, uno de los frutos del trabajo del vicario fue mostrar que no se puede hacer una evangelización verdadera sin preocuparse de materias como el respeto irrestricto a los derechos humanos o luchar contra de la explotación de las y los trabajadores. Su preocupación por salvar vidas lo llevó a liderar la construcción de una corredera que conectaba el segundo piso de la Pastoral Obrera (destinado a salas de reunión de trabajadoras, trabajadores, dirigentas y dirigentes sociales), con la Iglesia Sagrado Corazón de Jesús, ante el inminente allanamiento de militares o agentes civiles del Estado, que podían llegar en cualquier momento y detener o secuestrar a personas, ese corredor muchas veces les permitió escapar y salvar muchas vidas”.
La extrabajadora de la Pastoral Obrera, también cuenta cómo las capacitaciones y escuelas de verano que se organizaban al alero de la Iglesia comenzaron a operar con máximas medidas de seguridad, “se decía que eran ‘retiros espirituales’ y se hacían en Punta de Tralca. Posteriormente se multiplicaron de forma masiva por barrios y parroquias a lo largo de todo Chile”.