Según arrojan estudios de la Dirección del Trabajo (DT), Chile presenta una significativa baja en sus tasas de sindicalización.
Si bien, entre 2016 y 2020 hubo un aumento en los sindicatos, desde entonces se ha observado una marcada caída. Según las estadísticas de la DT, el porcentaje de los trabajadores y trabajadoras dependientes del sector privado afiliados a organizaciones sindicales ha descendido de 22.2% a 20.1% en 2021, 19,3% en 2022 y sólo 19% el año pasado.
La Región Metropolitana lidera el índice de organizaciones sindicales (36.1%). Lo sigue Valparaíso (11,2%), Bío Bío (10,5%) y Los Lagos (7.5%)
La formación de sindicatos es un derecho humano universal, tal como lo establece el artículo 23 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
El sindicato es una asociación, formada por trabajadores y trabajadoras, que tiene como misión promover y defender sus derechos ante sus empleadores, ya sean estos privados o el Estado.
De acuerdo a una investigación de Fundación SOL, Chile alcanzó en 1971 la tasa de sindicalización (esto es, la proporción de trabajadores y trabajadoras sindicalizadas) en el sector privado de la economía más alta de la historia, llegando al 39,5 %. Si no hubiera existido la dictadura y se hubiera mantenido la tendencia ascendente de la época, esta tasa habría alcanzado cerca del 50 % en la década de 1980.
El Plan Laboral impuesto en el añoo 1979 (y aún vigente en sus bases), supuso una transformación radical que cercenó los derechos colectivos de los trabajadores y trabajadoras a través de 4 pilares: i) Huelga que no paraliza (inicialmente y hasta 2016 se permitió el reemplazo de trabajadores/as en huelga, además, se permite el descuelgue de trabajadores/as y se prohíbe la huelga fuera de la negociaci´on colectiva), ii) Negociación colectiva encerrada en el nivel local y que no distribuye ingresos (sólo se puede negociar a nivel de empresa), iii) Pluralismo organizacional extremo (paralelismo y competencia entre múltiples sindicatos y grupos negociadores) y iv) Despolitización sindical para reproducir la cultura individualista en la esfera del trabajo.
Después de la dictadura, los niveles más altos de sindicalización en el sector privado, se alcanzaron en 1991 y 2020, con un 21,2 % y 22,2 % respectivamente. En 2022, la tasa de sindicalización fue solo un 19,3 %, además, las regiones del Maule, Araucanía y Coquimbo registran menos de 10 % de sindicalización.
Por otro lado, se observan altos niveles de atomización sindical. En particular, el 51,3 % de los casi 9 mil sindicatos activos correspondientes a las categorías ‘de empresas’, ‘interempresas’, ‘establecimiento’ y ‘transitorios’ tienen 50 o menos socios/as.
En materia de negociación colectiva, el peak se registró en 1991, con 10,1 % de cobertura de los trabajadores/as asalariados/as (según el método de la contabilidad bianual). En el 2022 llega a sólo a 7,2 %.
Para contrarrestar la fuerza brutalmente asimétrica del empresariado en relación al trabajo, existen distintas pistas que arrojan algunas luces para superar la pobre sindicalización en el país. Una de ellas es la más amplia inversión eonómica del Estado en la realización de escuelas sindicales dirigidas a las y los trabajadores con el fin de armarlos de conocimientos necesarios para agruparse y manejar sus derechos. Otra línea, es la necesaria conquista concreta de demandas laborales que retornen la confianza de la fuerza de trabajo en la sindicalización. La desburocratización de los sindicatos existentes; terminar con las prácticas sindicales caudillistas y corporativas que funcionan contra la unidad organizada de la clase trabajadora; el establecimiento de la negociación ramal o por área económica; la creación de medios comunicacionales que promuevan con alta frecuencia la organización de las y los trabajadores desde sus intereses de clase y derechos; concertar premeditadamente la voluntad de aquellas y aquellos trabajadores con probada vocación social y ética incorruptible.