Respecto de los enormes problemas que ha implicado la puesta en práctica de la Ley 40 Horas para el mundo del trabajo, el profesor y especialista laboral Camilo Jofré, ofrece una explicación y opinión al respecto, desde los intereses y derechos de la clase trabajadora en Chile.
Este viernes (26 de abril de 2024) entró en vigencia la ley que buscará reducir de forma gradual la jornada laboral, pasando de 45 a 40 horas en la semana. La rebaja horaria será paulatina, partiendo con una hora menos este 2024 y esperando llegar a las 40 horas laborales semanales para el 2028.
Para el presidente Gabriel Boric con esta ley, “estamos dando un paso que es tremendamente importante en el camino hacia un mayor bienestar y mejor calidad de vida para quienes son el motor de Chile, sus trabajadores y trabajadoras y sus familias”.
Entonces, ¿Por qué con esta ley se garantiza la flexibilidad laboral?, ¿Qué letra chica tiene en contra de los trabajadores?, ¿Es real la negociación entre patrones y trabajadores?
La letra chica de las 40 horas
Hay que partir mencionando, que este proyecto lleva cerca de 6 años en el parlamento y para que se pudiese destrabar, la actual administración de La Moneda tuvo que ceder varios de sus puntos frente a la derecha y sectores del gran empresariado. En este sentido, dos puntos claves que se cedieron: la distribución de las horas de trabajo y los aspectos que profundizan la flexibilidad laboral.
En primer lugar, sobre cómo se debería adaptar la jornada laboral, se habla de una negociación entre trabajadores y patrones. Este primer aspecto oculta en sí mismo, que en el actual sistema laboral en Chile, los patrones son quienes deciden por encima de todo. Cualquier cuestionamiento podría ser considerado motivo de expulsión o despido.
De fondo, sólo un 42% del total de personas que actualmente se encuentran con trabajo, se verán afectadas por la política de reducción de la jornada.
“La génesis del proyecto de reducción horaria buscaba modificar solo la jornada de trabajo sin reducción de salario y no implicaba establecer otras disposiciones que modifican las relaciones de poder entre empresarios y trabajadores/as, pero el proyecto que finalmente se aprobó dota de un poder inédito a la patronal en torno al control de jornadas y tiempos de los asalariados/as”, nos comenta Francisca Barriga, investigadora de la Fundación SOL.
Diversos cuestionamientos desde el sector sindical, ha tenido esta ley. A continuación compartimos algunos puntos planteados por el Directorio del sindicato de Starbucks:
1. Una de las situaciones más aberrantes que permite el proyecto es trabajar más de 45 horas semanales.
Con el cambio a la legislación dicha jornada se podrá flexibilizar a tal punto que los trabajadores deberán hacer jornadas de hasta 52 horas sin pago de horas extras, es decir, podrán realizar 12 horas extras sin que estas sean pagadas para luego “compensar” con menos horas las siguientes semanas, o bien, serán pagadas como horas ordinarias, sin el recargo del 50%. La premisa de trabajar menos no se cumple en ningún caso, pues las empresas no están obligadas a contratar más personal para suplir la rebaja de horas, por lo cual el resto de trabajadores deberá asumir esta carga.
2. Otra de las concesiones que existen al empresariado es la posibilidad de dividir la jornada laboral diaria en dos segmentos, separados hasta por 4 horas sin que esto deba ser remunerado o compensado de alguna forma. Esta posibilidad fue introducida al debate en el marco del “estatuto laboral juvenil” que impulsó Piñera y que fue ampliamente rechazada por ejercer un nivel de esclavización inaudito para los segmentos más precarizados y donde casi no existen sindicatos.
Es más, a empresas como Starbucks, McDonalds u otros gigantes de la comida rápida, que hicieron lobby para que se impulsaran este tipo de modificaciones, esta ley le vino como anillo al dedo ya que le permite disponer libremente de las y los trabajadores para que lleguen a los locales a abrir, atender el “rush” de la mañana, luego sacarlos del lugar de trabajo y 4 horas después, traerlos nuevamente para el “rush” de la tarde.
3. Otro punto que será excesivamente perjudicial es la no reducción proporcional de horas para las jornadas parciales. En Chile casi el 55% de las jornadas parciales (inferiores a 30 horas) representan subempleo, es decir, son personas que aun queriendo trabajar más, no lo hacen porque no pueden.
Resulta increíble pensar que a días del 1 de mayo, donde conmemoramos la lucha y consecuencia de los mártires de Chicago por la pelea de la reducción de la jornada laboral a 8 horas, sea una demanda de más de 130 años. La lucha por la reducción de la jornada laboral ha sido siempre una pelea muy importante para las y los trabajadores porque en esa dimensión se pone en la balanza qué tan importante es el tiempo propio, de vida, de cada trabajador, frente al tiempo que nos quiere seguir robando la clase empresarial.
La letra chica de esta ley flexibiliza las condiciones de trabajo. Los acuerdos llegados con la derecha y el gran empresariado, sólo hacen que este proyecto siga manteniendo las mismas lógicas de flexibilización laboral que están presentes en la constitución actual. Muestran una conquista, donde no la hay. Las trabajadoras y trabajadores son los únicos que pueden conseguir demandas que realmente respondan a sus intereses y no sean para seguir lavándole la cara a políticos pro empresariales y sus dueños.