De qué se trata
En 1848, Marx y Engels dieron a conocer el Manifiesto comunista. ¿Todavía tiene este manifiesto algo que decirnos hoy? Este escrito de lucha de ninguna manera resulta anticuado incluso en la era del capitalismo globalizado. Sobre todo, porque el propio manifiesto señala que el capitalismo, tal como lo concibieron los autores en sus primeras etapas, finalmente está orientado al mercado mundial. Y la era del capitalismo todavía está vigente. Uno de sus análisis más perspicaz fue y sigue siendo el Manifiesto comunista.
Ideas fundamentales
- El Manifiesto comunista está destinado a revelar a las personas las verdaderas intenciones de los comunistas y socavar la difamación de sus opositores.
- Toda la historia humana es una historia de lucha de clases.
- En la época moderna, los capitalistas y los trabajadores se contraponen como opresores y oprimidos.
- La propia burguesía surgió victoriosa de la lucha de clases contra el régimen feudal.
- Las condiciones desiguales de propiedad y producción en la sociedad burguesa crean una tensión tremenda que se descarga en una revolución.
- Si se elimina la propiedad privada, las contradicciones de clases desaparecen.
- La transformación de la propiedad también cambiará la conciencia de las personas.
- Los comunistas son los defensores consecuentes de los intereses de los trabajadores.
- Otros objetivos de los comunistas son: la abolición del trabajo infantil, la emancipación de las mujeres y la prevención del conflicto bélico entre las naciones.
- Los trabajadores se convierten en la clase dominante, pero solo temporalmente: al final, la sociedad sin clases no tiene esclavitud, explotación ni opresión.
Resumen
En 1848 en Europa, todos los poderosos –el Papa en Roma, el zar de Rusia y los diversos gobernantes de Europa Central– temen un nuevo movimiento: el comunismo. Aunque hasta el momento no se ha consolidado oficialmente, este nuevo movimiento es reconocido por todos ellos como un nuevo poder y un peligro. Es, por tanto, el momento de presentarle al mundo un manifiesto comunista para ponerle fin a los cuentos difundidos de fantasmas y mentiras y hacer públicas las verdaderas intenciones de los comunistas.
La historia de la lucha de clases
La historia de la humanidad es, esencialmente, la historia de una lucha de clases. Siempre hubo confrontación entre opresores y oprimidos, y su conflicto terminó, o bien en una revolución y con ella la creación de una nueva sociedad y nuevas clases, o bien en la desaparición conjunta de los opositores. En la antigua Roma había patricios, plebeyos y esclavos; en la Edad Media, señores feudales, vasallos, gremios y siervos. También en la sociedad burguesa moderna persisten los antagonismos de clase, pero solo hay dos bandos enfrentados: la burguesía y el proletariado, la burguesía y la clase trabajadora. La sociedad burguesa, que ha reemplazado a la sociedad feudal, se basa, sobre todo, en el progreso económico: el descubrimiento de nuevos países y mercados, la expansión del comercio mundial y la producción industrial en vez de la manufactura.
“Un fantasma recorre Europa (…) el fantasma del comunismo””.
La propia burguesía desempeñó alguna vez un papel revolucionario. Paralelamente a la industrialización y la creación de un mercado mundial, también asumió el poder político y abolió la sociedad feudal. En la sociedad burguesa ahora cuentan estos principios: el egoísmo, el libre comercio, el valor de cambio y el pago en efectivo. Todas las personas en todas las ocupaciones se convierten en trabajadores asalariados, incluso en las familias imperan las relaciones monetarias netas. La revolución social de la burguesía se puede comparar con hazañas históricas, como la construcción de las pirámides y las catedrales, la migración de los pueblos y las cruzadas. Y la revolución continúa. La burguesía capitalista depende de seguir desarrollando sin cesar los instrumentos de producción y las relaciones en los que se basa su dominio: ¡no hay interrupción en la era de la máquina de vapor y el ferrocarril!
“La historia de toda sociedad hasta ahora no es sino la historia de la lucha de clases”.
El capitalismo extiende su dominio al mundo entero porque necesita cada vez más ventas de sus productos obtenidos con métodos de producción que mejoran continuamente. El capitalismo es verdaderamente cosmopolita y no tiene nada que ver con las restricciones nacionales. Lleva su civilización a todas partes, incluso a los países en vías de desarrollo, y los obliga a convertirse en capitalistas: la burguesía capitalista crea un mundo a su propia imagen. Surgen ciudades y aglomeraciones gigantescas, los medios de producción están centralizados y la propiedad se concentra en manos de unos pocos.
“En sus apenas cien años de soberanía de clase, la burguesía ha creado fuerzas productivas más masivas y colosales que todas las generaciones anteriores juntas. Ha reemplazado la explotación abierta, desvergonzada, directa y árida con la explotación de ilusiones religiosas y políticas”.
Pero el peligro se avecina. Así como la burguesía disolvió la sociedad feudal porque en ella las relaciones de propiedad ya no correspondían a las fuerzas productivas, también a la sociedad burguesa le espera la disolución. Mientras tanto, las fuerzas productivas se han vuelto tan enormes que las relaciones burguesas resultan demasiado estrechas para captar esa riqueza. Las crisis económicas regulares lo atestiguan y la clase que llevará a cabo esta disolución es la clase trabajadora, el proletariado.
“¡Que las clases dominantes tiemblen ante una revolución comunista! Los proletarios no tienen nada que perder sino sus cadenas. Tienen un mundo por ganar. ¡Proletarios de todos los países, uníos”!
Con su fuerza de trabajo, el proletariado es el polo opuesto de la burguesía con su capacidad financiera. Pero como consecuencia de la industrialización y el florecimiento del capitalismo, el trabajador se devalúa a un mero factor de producción, a una mercancía. Aunque, en general, la cantidad de trabajo está aumentando, cada vez más son máquinas las que lo hacen. El trabajador se queda siempre con trabajos más sencillos y primitivos por los que se paga cada vez menos.
“La burguesía no solo ha forjado las armas que han de darle muerte; también engendró a los hombres que llevarán estas armas: los trabajadores modernos, los proletarios”.
Las masas de trabajadores son siervos de los capitalistas y son sistemáticamente explotadas. Los explotados están luchando ahora contra los opresores: al principio, solo esporádicamente, luego en agrupaciones y organizaciones cada vez mayores. De los conflictos individuales poco a poco surge una verdadera lucha de clases. El proletariado es el único opositor genuinamente revolucionario de la burguesía, en contraste con la clase media, los artesanos y los campesinos, que buscan preservar sus posesiones. No pasa lo mismo con los proletarios: no tienen que asegurar ningún derecho adquirido, sino destruir un orden social explotador que les niega cualquier tipo de derecho y que vive y prospera gracias a su falta de propiedad.
La revolución comunista
Los comunistas se distinguen de los demás partidos que pertenecen al movimiento de la clase trabajadora porque no están limitados por las fronteras nacionales, sino que se asumen a sí mismos como los representantes internacionales de los proletarios. Son, por así decirlo, la punta de lanza del movimiento obrero. Su objetivo: instruir a los trabajadores en una clase segura de sí misma, sacudirse el dominio de la burguesía y conquistar el poder político. No se ven como representantes de cualesquiera teorías, ideas y principios, sino como representantes de la real y existente lucha de clases, que siempre ha moldeado la historia. Los comunistas quieren abolir la propiedad privada, en particular, la propiedad privada burguesa, de la misma manera en que la burguesía alguna vez abolió la propiedad feudal. Por consiguiente, el comunismo sigue solo un camino histórico que, en su momento, también siguió la burguesía. Sin embargo, quiere seguir por este camino hasta el final, hasta la abolición absoluta de la propiedad privada.
“Las ideas dominantes de una época no han sido más que las ideas de la clase dominante”.
La propiedad es el punto clave en la lucha de clases: el trabajador no adquiere propiedades con su trabajo asalariado, sino que este apenas le alcanza para mantenerse con vida y seguir trabajando. El capitalista, por el contrario, tiene una propiedad: el capital. Pero, debido al trabajo del proletario, este es un bien común y, por tanto, debe convertirse en una propiedad conjunta. Por consiguiente, la abolición de la propiedad privada no afecta en absoluto a la mayor parte de la sociedad, ya que no tiene ninguna. Sin embargo, la propiedad de la pequeña clase gobernante, que se basa esencialmente en el trabajo y la falta de propiedades de todos los demás, debe ser, de hecho, abolida. La objeción de que, con la abolición de la propiedad, la gente ya no querría trabajar no es válida, porque incluso en la sociedad burguesa es cierto que algunos trabajan, pero no adquieren nada y otros adquieren, pero no trabajan. Por tanto, hace tiempo que no hay un incentivo para trabajar, pero no puede hablarse de pereza y apatía sociales.
“El proletariado pasa por diferentes etapas de desarrollo. Su lucha contra la burguesía comienza con su nacimiento”.
El ciudadano cree que, con la abolición de la propiedad, también se perderían la educación y todos los demás valores y que, instituciones venerables, como por ejemplo el matrimonio, se reducirían. Pero solo se abolirían valores e instituciones específicamente burguesas, al igual que en la Antigüedad y en la sociedad feudal solo se extinguieron los sistemas de valores reinantes. El nuevo orden social siempre trae nuevos valores e instituciones. Erróneamente, el ciudadano ve sus valores y leyes burguesas como leyes generales de la razón o la naturaleza y no distingue dentro de todas las clases sociales perdidas de la historia. Con el cambio radical de la propiedad y las condiciones de vida por parte de los trabajadores comunistas, la conciencia de la gente también cambiará. Porque en todo momento, la conciencia y la idea de las personas (superestructura) eran solo un reflejo de las condiciones materiales (subestructura).
“Toda lucha de clases es una lucha política”.
La toma del poder por las y los trabajadores tendrá otras consecuencias de largo alcance. Se abolirá el trabajo infantil. Las mujeres se emanciparán y ya no tendrán que elegir entre dos destinos: máquina de dar a luz en la casa burguesa o prostitución forzada proletaria. Las fronteras y los contrastes de las naciones se reemplazan por la unión internacional de los trabajadores, un desarrollo al que, por cierto, los mismos burgueses han contribuido al promover el comercio y la industrialización a escala global. El fin de la explotación de los individuos y de la clase trabajadora también significa el fin de la explotación de ciertas naciones por otras naciones.
“El proletariado, el estrato más bajo de la sociedad actual, no puede sublevarse ni enderezarse sin hacer explotar toda la superestructura de las capas que componen la sociedad oficial”.
Una vez en el poder, los trabajadores comunistas nacionalizarán, centralizarán y utilizarán todo el capital y todos los medios de producción de los capitalistas en beneficio de la sociedad en su conjunto. En este caso, el uso de la fuerza será inevitable. Deberán implementarse las siguientes medidas:
- La expropiación de todos los inmuebles.
- La introducción de un fuerte impuesto progresivo.
- La abolición del derecho de sucesión.
- La confiscación de las propiedades de emigrantes y rebeldes.
- La centralización y la nacionalización del sistema fiscal.
- La centralización del servicio de transporte.
- La promoción de las fábricas nacionales.
- El trabajo obligatorio para todos y la creación de un ejército industrial.
- La armonización de la agricultura y la industria y la abolición de la diferencia entre ciudad y país.
- La abolición del trabajo infantil y la implementación de una educación infantil organizada y financiada por el Estado.
“La burguesía produce sus propios sepultureros. Su caída y la victoria del proletariado son igualmente inevitables”.
Si todas las diferencias y contrastes de clase desaparecen con el tiempo, el propio proletariado, como clase gobernante (temporalmente), se volverá superfluo y surgirá una sociedad sin clases en la que ya nadie oprimirá ni explotará a otro.