De acuerdo a investigaciones e informes del Banco Mundial y reparticiones de las Naciones Unidas, ONU, hoy en día, la desigualdad de la riqueza es tan grave como en los primeros años del siglo XX: en promedio, la mitad más pobre de la población mundial posee solo 4.100 dólares por adulto (en paridad de poder adquisitivo), mientras que el 10 por ciento más rico posee 771.300 dólares, aproximadamente 190 veces más riqueza. La desigualdad de ingresos es igualmente dura: el 10% más rico absorbe el 52% de los ingresos mundiales, mientras que el 50% más pobre sólo dispone del 8,5%.
La situación empeora en el sector de los ultrarricos. Entre 1995 y 2021, la riqueza del 1% más rico creció astronómicamente, acaparando el 38% de la riqueza mundial, mientras que el 50% más pobre solo «alcanzó un aterrador 2%», escriben los autores del informe. Durante el mismo periodo, la proporción de la riqueza mundial en manos del 0,1% más rico pasó del 7% al 11%. Esta riqueza obscena —que en gran medida no paga impuestos— proporciona a esta pequeña fracción de la población mundial un poder desproporcionado sobre la vida política y la información, y reduce cada vez más la capacidad de supervivencia de los sectores pobres.
El informe Perspectivas Económicas Mundiales del Banco Mundial (enero de 2023) prevé que, a finales de 2024, el producto interno bruto (PIB) de 92 de los países más pobres del mundo será un 6% inferior al nivel previsto en vísperas de la pandemia. Entre 2020 y 2024, se prevé que estos países sufran una pérdida acumulada de PIB equivalente aproximadamente al 30% de su PIB de 2019.
A medida que los bancos centrales de los países más ricos endurecen sus políticas monetarias, se agota el capital para inversiones en las naciones más pobres y aumenta el costo de las deudas ya contraídas. La deuda total de estos países más pobres, señala el Banco Mundial, “es la más alta de los últimos 50 años”. Aproximadamente uno de cada cinco de estos países está “efectivamente bloqueado en los mercados mundiales de deuda”, frente a uno de cada quince en 2019. Todos estos países “sufrieron una contracción de la inversión especialmente aguda, de más del 8%” durante la pandemia, “un descenso más profundo que en 2009”, en plena Gran Recesión. El informe estima que la inversión agregada en estos países será en 2024 un 8% inferior a la prevista en 2020. Ante esta realidad, el Banco Mundial ofrece el siguiente pronóstico: “La lentitud de la inversión debilita la tasa de crecimiento de la producción potencial, reduciendo la capacidad de las economías para aumentar los ingresos medios, promover la prosperidad compartida y reembolsar las deudas”. En otras palabras, las naciones más pobres se hundirán más profundamente en una crisis de la deuda y caerán en una condición permanente de crisis social.