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Chile. ¿Por qué se les dice «amarillos» a los traidores de la clase trabajadora?

Hace algunos años atrás, Juan, un viejo sindicalista, me contó la historia de donde proviene el término “amarillo” como sinónimo de pro patronal.

Juan me dijo:

–Mire usted, joven… hace muchos años atrás teníamos una dictadura muy cruel, muy abusiva y antilaboral. Esa dictadura perseguía a los sindicalistas más consecuentes, a los clasistas, llenó de soplones las empresas y las reuniones. A pesar de eso, aún podíamos organizarnos y presentar nuestros reclamos.

El hablar de Juan era lento pero no cansado, a veces se emocionaba y podía ver a través de sus arrugas, rabia y cólera. Algunas pocas veces, incluso alegría y risa.

-Pero el dictador, con el ánimo de debilitarnos moralmente, mandó a construir un conjunto de viviendas para obreros, los famosos barrios obreros. Era algo de sensibilidad ante la “cuestión social” de la que hablaba la derecha autoritaria, conservadora y «piadosa» que «se preocupaba por los más pobres», según ellos.

Los barrios obreros eran unos conjuntos habitacionales que se levantaron en diferentes lugares de las ciudades, en las zonas donde había un gran número de trabajadores. Una vez construidas las viviendas, el dictador no tuvo mejor idea para adjudicarlas que las simpatías políticas. Juan se indignó:

-Así, las casas no fueron para los trabajadores más consecuentes o derechos, sino para los soplones, los vendidos, los arrastrados, los sobones de la patronal.

Pero supongo que la gente se dio cuenta, le pregunté.

-Claro, el pueblo, miraba con sorna y desprecio a aquellos nuevos vecinos tan afortunados- me respondió animándose un poco.

Pero la dictadura, de pensamiento militar, decidió pintar las nuevas viviendas de manera uniforme y general. Entonces, un buen día amanecieron todas las casitas de los soplones de un color amarillo intenso. Cuando un trabajador tenía que explicarle a otro, que fulano de tal era un vendido, simplemente le decía: “ese es un amarillo…”, luego un guiño de ojo y todo estaba claro. El mencionado era de los que vivía en las casas amarillas hechas por un dictador para sus partidarios. Ser “amarillo” quedó desde entonces como sinónimo de traición, de servidumbre y cobardía.

El viejo Juan me contó muchas historias y yo que era joven las aprendía con asombro y respeto.

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