El proyecto de ley sobre la reducción de 45 a 40 horas de la jornada laboral se funda sobre bases técnicas. Aquí se presentan los argumentos de los economistas de la Universidad de Chile, Ramón López y Javiera Petersen, a favor de la discusión y aprobación de la iniciativa parlamentaria.
Más allá de los beneficios que reportaría en materia de salud física y mental para las y los trabajadores del país, existen fundamentos técnicos que respaldan la propuesta, ligados a la productividad, eficiencia y no sólo a garantías a favor del mundo del trabajo formal.
EMPLEO Y DESEMPLEO
De acuerdo a los especialistas Ramón López y Javiera Petersen, “una disminución de la jornada de un 10% (de 45 a 40 horas aproximado) y el consecuente aumento del salario por hora, hará que la demanda total en horas de trabajo disminuya entre 5% y 2%. Sin embargo, dado que ahora cada empleado trabajaría 10% menos horas por semana, habrá un aumento en el número de trabajadores empleados (notar diferencia con horas de trabajo) entre 5% y 8%. Esto implicaría un aumento del número de empleos en el sector formal de la economía entre 200.000 y 300.000 trabajadores”.
PRODUCTIVIDAD
“¿Cuál es la relación entre la disminución de la jornada de trabajo y la productividad laboral?”, se preguntan los economistas de la principal casa de estudios superiores de Chile. Al respecto señalan que, de acuerdo a las investigaciones realizadas por Shapiro y el Nobel de economía Joseph Stiglitz, “la productividad de los trabajadores depende positivamente del salario recibido. De esto se desprende que el salario que a la firma le conviene pagar (el que logra la máxima productividad con los menores costos) puede ser más alto que el que el mercado sugiere. Según esta hipótesis, no sólo aumentos salariales se traducirían en mayor eficiencia, sino que las mejoras en las condiciones laborales derivarían en aumentos de productividad laboral”.
-¿Cuáles son los sustentos de esta hipótesis?
-Con mejores condiciones laborales, los trabajadores estarán más satisfechos y apreciarán más su puesto de trabajo, por lo que estarán dispuestos a proveer un mayor esfuerzo en su actividad, lo que a su vez redundará en una mayor productividad laboral. Esta hipótesis ha sido probada en varios contextos laborales (ver por ejemplo el estudio de Raff y Summers (1987) que analiza el famoso caso de Henry Ford cuando decidió doblar los salarios por hora, causando un aumento en una proporción aún mayor en la productividad de sus trabajadores), además de ser coherente con las particularidades de los mercados laborales de las economías en desarrollo (Bulow, Summers, 1986; Albrecht, Vroman, 1992).
La hipótesis de los salarios de eficiencia permite deducir que el proyecto de reducción de la jornada laboral tendrá efectos más potentes que una mera subida de los salarios. Así, la liberación de horas para disfrutar en actividades personales en conjunto con un mayor salario por hora, amplifica sus efectos positivos.
INDUSTRIAS CON GRANDES UTILIDADES ECONÓMICAS
Los expertos informan que una parte importante de la economía nacional está dominada por monopolios u oligopolios coludidos con claro poder de mercado; es decir, por mercados donde predomina una sola empresa o donde existen 3 o 4 empresas que se reparten el mercado de manera más o menos coludida. Los mediáticos casos de colusión en las farmacias, en el mercado de los pollos, supermercados, del papel confort, pañales, entre muchos otros, son ejemplo de esto; también lo son aquellas industrias dónde hay muy pocas empresas participantes, como las que entregan servicios de telefonía e internet, salud privada, supermercados, o las AFP. La industria de los bebestibles no es extraña a esta práctica que daña a toda la sociedad, menos a la ínfima minoría empresarial.
Los economistas saben que el poder de mercado de las corporaciones en el producto final se propaga hacia el mundo laboral. ¿Por qué? Porque las empresas pagan un salario menor al que resultaría de un mercado competitivo. En otras palabras, el poder que tienen las empresas les permite agrandar la brecha entre el salario y el valor producido por el trabajador. O sea, aumenta la parte del valor producido por la fuerza de trabajo del asalariado que no se paga y que hace la ganancia privada del empleador. El incremento de la diferencia entre el salario del trabajador y el valor que realmente produce, implica una superior explotación del empleado, y causa distorsiones adicionales y pérdidas de eficiencia económica.
Así, los especialistas indican que, “En general se puede demostrar que una reducción de la jornada laboral como la que propone el proyecto en cuestión, reduciría la brecha entre el producto del trabajador y su salario efectivo. Esto, a su vez, conduciría a disminuir las pérdidas de productividad causadas por la existencia de monopolios. Por consiguiente, es posible concluir que la eficiencia económica y la productividad del trabajo en los sectores dominados por monopolios u oligopolios aumentarían como consecuencia de la política propuesta en el Congreso”.
Los economistas consultados invitan “a pensar en los beneficios (ampliamente definidos) de disminuir la jornada laboral dada las actuales condiciones laborales del país. Según la última edición de Workmonitor, Chile es el quinto peor país (de 33 que son parte del estudio) en cuanto a la satisfacción laboral de los trabajadores, lo que sin duda afecta negativamente la productividad laboral. Una forma efectiva de reducir tal nivel de insatisfacción y por lo tanto de aumentar la productividad es reduciendo la actual larguísima jornada laboral. El ingreso del país no se condice con una jornada semanal tan extensa como la existente, a la que se le pueden sumar incluso 3 horas adicionales por motivo de transporte. El hecho de cambiar una condición de tan extensa jornada laboral hace que muchos de los beneficios de acortarla sean mayores y que sus posibles costos sean de menor cuantía”.
Ramón López y Javiera Petersen, concluyen que, “En resumen, el efecto neto de la medida propuesta sería positivo, constituyéndose en una política muy deseable para Chile. Las preocupaciones planteadas por quienes están en contra del proyecto (el gran empresariado), en particular ocupando argumentos en torno al momento económico y la baja productividad, parecen inadecuadas e inconsistentes. Lo anterior no deja de ser curioso, en tanto la teoría económica utilizada para el análisis aquí presentado es la misma con la que se formaron los economistas que rechazan esta medida (escuela neoclásica o neoliberal)”.
Y rematan, “la preocupación (de los grandes grupos económicos) sobre los efectos de la disminución de la jornada laboral en la economía parece ser el producto de un análisis estático. El bajo nivel de la productividad actual no puede ser un argumento válido para desestimar una política que precisamente proyecta aumentarla”.
Fuente utilizada: Ciper Chile